lunes, 1 de julio de 2013

Entrevista a Flora Sylvestre, protagonista de la película "AZÚ"

"Esta es una película, un mensaje que se lleva a la gente y no es una vanidad ni un pecado"

Por Ángel Ricardo Gómez 
¿Divinidad? ¿Destino? ¿Azar? Han pasado muchas cosas curiosas en la vida de Flora Sylvestre desde 2010. Primero es contactada en el Metro para hacer un casting que la llevaría a iniciar una carrera en el modelaje. Pocos meses después, es vista de nuevo en el subterráneo y le proponen hacer otra prueba que le abre el mundo de la actuación como protagonista de Azú, película de Luis Alberto Lamata que estrena este viernes. Ahora, sucesos de la vida del personaje se repiten en su vida personal... ¿Ficción? ¿Realidad? Nunca se sabe.

En el drama histórico del director de JericóMiranda regresa y Taita Boves, Flora Sylvestre da vida a una esclava "bozal" (recién llegada de África) que se convierte en la obsesión de su dueño. Flora Sylvestre nunca había actuado pero tenía el perfil perfecto para interpretar a esta mujer que constituye un llamado de atención para públicos de todas las épocas.

-El drama personal de Azú es que se siente privada de hacer lo que quiere porque la están raptando de su cultura, de su hábitat, para traerla a un lugar donde, primero, no escucha el idioma que hablan en su país; luego, quieren cambiarle el nombre, hacerla religiosa, le están imponiendo cosas que Azú en ningún momento imaginó que iban a suceder. Podría ser un ejemplo de lo que le pasa a Flora en la iglesia, donde quieren convertirme en una pecadora inmensa por haber hecho un desnudo que ameritaba la película.

-¿Cómo es eso?

-Mi familia nunca estuvo interesada por la actuación o el modelaje. Mi papá -quien murió cuando yo tenía 13 años- nos enseñó desde muy pequeños a ir a la iglesia, y allí lo que nos han enseñado es que la actuación es un mundo de vanidad, igual que el del modelaje... Mi pastor me dijo que el cuerpo es un templo que solo ve el esposo cuando te casas.

-¿Y cómo rompiste con eso?

-Creo que Dios siempre va a estar delante de mí y siempre yo voy a estar en comunión con Dios, pero me he estado alejando de la iglesia porque siento que los comentarios y las actitudes de las personas no han sido las correctas en cuanto a cómo debe ser un buen cristiano.

-¿Y tú sientes que esto que te ocurre es un hecho divino?

-Yo considero que sí. Fue algo que quizás puso Dios en mi camino para demostrarle a la gente que ser cristiano está dentro de cada persona, dentro de la comunión que tiene la persona con Dios, y no con la iglesia, la Biblia o las personas que tenemos al lado. Los seres humanos somos como queremos ser y juzgamos cuando no nos afecta a nosotros y siento que eso es lo que está pasando con la iglesia: me juzgan, dicen que yo estoy haciendo un desnudo porque me dio la gana y las cosas no son así.

-¿Y por qué crees que el conflicto de Azú es similar al tuyo?

-Porque ella en su cultura está desnuda, está muy cómoda hablando con toda su familia, llega a Venezuela y le quieren poner ropa, le quieren poner como nombre María Concepción, y le quieren poner un crucifijo... Le están imponiendo una cultura nueva.

-¿De qué nos habla esta película en el fondo?

-Para mí, habla de esa discriminación que hay contra las personas negras. A Azú la pudieron comprar para hacerla sentir bien en la hacienda, pero no, la compraron para utilizarla, para violarla, para que sea la cosa de la casa, la que "yo (amo) voy a utilizar cuando yo me sienta antojado".

-La película se desarrolla en el siglo XVIII, ¿pero durante tus 22 años has sentido discriminación por tu color de piel?

-He sentido discriminación, abominación, patadas, y las he vivido, pero también sé que son errores que comete el ser humano y sé que las personas que me han tratado mal van a cambiar esa forma de pensar, y no solo conmigo sino con otras personas afrodescendientes.

-¿Entonces considera que sí hay racismo en Venezuela actualmente?

-Sí: en los medios, en el Metro, en la calle caminando... Es algo fuerte con lo que uno tiene que aprender a lidiar hasta que la gente abra su mente y sea receptiva con cualquier tipo de persona no solamente afrodescendiente, sino indigentes, borrachos, los indígenas, los pelirrojos, con cualquiera. Tenemos que ser abiertos con el humano como tal.

-Hay una Ley contra la Discriminación Racial. ¿Crees que eso soluciona algo?

-No, nada se soluciona con una ley; las cosas se solucionan con ética, con los valores que se inculcan en la casa, porque todo comienza desde casa. Si la ley está, sería bueno que las personas la lean y se documenten, pero considero que si hay padres en casa con sus hijos, es bueno que les enseñen que todos somos iguales, que todos tenemos derecho a ser lo que queramos, tenemos pensamientos distintos y tenemos que respetarnos mutuamente.

-¿Y la película puede llegar a hacer algo en la conciencia de la gente?

-El final tiene el mensaje que queremos dejarle a todos los espectadores, aunque hay personas a las que no les va a gustar, que van a criticar la película por ese final. 

-¿No te sorprende que te pase lo mismo que a Azú?

-Sí. Yo me he sentado a pensar en lo que hice en Azú y me planto en la actualidad, en lo que pasa en mi vida personal y espiritual, y siento que es muy fuerte lo que estoy viviendo porque pensé que solo iba a vivirlo en el personaje, en la filmación, y ahora que lo vivo siento que debo ser más fuerte y luchar más por esto que está sucediendo, por la ceguera que se vive por la iglesia. Esta es una película, un mensaje que se lleva a la gente y no es una vanidad ni un pecado.

-¿Qué opinión te merece el trabajo de Lamata, por el que acabas de ganar como Mejor Actriz en Mérida?

-Taita Boves fue la última que vi de él y allí conocí más su trabajo y supe que es muy profesional. Él es como mi papá porque fue cauteloso y cuidadoso, y siempre ha estado pendiente de no perjudicar a los demás en su beneficio. Después de ver la película y trabajar con él entendí que Luis Alberto Lamata es clase aparte.

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